Encerrado tras de mí, noctívago en el silencio de mi noche.
Ujier en la tenebrosa puerta de la luna, Reina de la oscuridad.
El árbol de la negrura caldea la escarcha de mis sentidos. El subconsciente requiere densa presencia, pues el influjo de la Reina oscura zarandea mis emociones. Atrapado en la torre de los sueños, espero a que mi Don Juan trepe y recite versos de libertad.
Agazapado en este tenue rincón de luz, volátil perfume blanco.
Cierro los ojos y visualizo la densidad del subconsciente para, aunque solo sea durante unos segundos, conversar con él.
Leñosos pensamientos a los que animo a oler el sutil blanco. Avanzan, animados, hacia el salón del ajedrez, estancia de batalla entre opuestos guerreros.
Al fondo, la mujer de piedra se dispone a servir té del samovar. Permanezco, petrificado, a la espera de que el reloj marque la hora del baile de disfraces. Los sirvientes portan bandejas colmadas de matasuegras para celebrar el esperado momento. Apenas doy el primer sorbo, comienzan a sonar las trompetas. La hada de azúcar aparece en escena. Inicio de la...
...¡Celebración del subconsciente!





