jueves, 27 de octubre de 2016

Las mil y una noche más (continuación).

No podía conciliar el sueño y decidí salir al patio. Un farolillo apenas iluminaba aquella noche de luna llena.

Permanecí varias horas contemplando la luz de luna.

De nuevo la curiosidad me llevó a averiguar qué podría encontrar dentro de la jaima. Belleza petrificada ante mi asombrada mirada.

La hacedora de burbujas lunares posaba, impertérrita, ante mí. Traté de alcanzar la burbuja, pues tiempo atrás leí que dichas burbujas contenían el elixir de la media naranja. Una voz en off, como si de un Mago de Oz contemporáneo se tratase, me conminó a desistir deintento y, en su lugar, me animó a salir por la puerta que había frente a mí y que, según sus palabras, llevaba al verdadero jardín del edén. Enfundado de etérea seguridad, le hice caso y accedí al exterior. Sobrecogimiento es la palabra que mejor define ese posterior encuentro con el jardín.

Encantamiento que me dirigió, cual marioneta en manos divinas, a la fuente de la vida.

Allí, sentado a la espera de algún acontecimiento humano, mi voz interior pronunció las siguientes palabras:

- No esperes al dueño del zapato. Tú eres Ceniciento, y tu media naranja está aquí, en el interior. Mira y hallarás el amor a ti mismo, y desde ahí, conjugarás el verbo amar. 

FIN.

martes, 11 de octubre de 2016

Las mil y una noche más.

Tras de mí, el laberinto quedaba como un vago recuerdo. Estaba emocionado, aunque algo temeroso, de lo que pudiera encontrar tras el umbral de la puerta de Bambú, como así la llamaba el duende Oxfo, que me acompañó, fielmente, los mil días que necesité hasta hallar la codiciada puerta.

El pomo no animaba a tocar, pues en el inconsciente me quedó grabada la feroz sombra del minotauro. 

Temeroso, aunque emocionado, me animé a llamar. Al golpear el pomo, sentí como la puerta se abrió del impacto. Tras de sí, quedaron los oscuros días, y una luz de sempiterna apariencia iluminaba el camino.

Contemplé la belleza natural que me rodeaba. Aquel paraje asemejaba ser, en mi deseo, el jardín del edén.

A lo lejos se apreciaba una especie de palacio rodeado de una colorida fuente de vida.

Trepé por la balconada y, arrebatado por el encanto del lugar, no dudé en penetrar el espacio. 

Me senté en el borde de la fuente, mojando mis dedos en un acto de afectiva unión con el entorno. Al poco tiempo, me pareció escuchar un caminar lento. Me incorporé y me acerqué rápidamente a la ventana para comprobar si había alguien en el interior. No pude ver de quién podía tratarse. Me aventuré y decidí entrar por la puerta que había en un lateral. 

En la cocina una olla humeaba. Interesante huella que alguien había apagado recientemente. En la estancia contigua a la cocina de nuevo me pareció oír pasos, que al percibir los míos, aceleraron el ritmo. Al entrar, vi en el suelo un zueco perdido. Miré por la ventana,

pero no pude ver hacia dónde se dirigió el dueño del zapato. Continué explorando la siguiente estancia, y cuál fue mi sorpresa al advertir que el otro zueco estaba colocado en una estantería. 

Estaba anocheciendo y, aunque no quería permanecer allí más allá del crepúsculo, la curiosidad venció al ansia de libertad, y conformé pasar una noche más.

Continuará...