En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre sí quiero acordarme, el tiempo parecía detenerse. El cielo molduraba su propia pintura.
La llave para abrir mi destino parecía sacada, en efecto, de otro tiempo. Cuando llegué al lugar, mis emociones entraron en estado de "sin cobertura". Me sentía aislado y perdido. No podía respirar con normalidad, y la cabeza, dolorida, somatizaba aquel regreso al pasado.
Gracias a mis queridos amigos Nando y Paco, y una vez acomodado, me aventuré a un baño en el río Segura. Nada mejor para refrescar la mente.
A pesar del relajante chapuzón, hasta los insectos que veía me parecían de otra época.
Los Gallegos, pedanía situada entre las poblaciones albaceteñas de Letur (con su Puerta del Sol, que nada tiene que envidiar a Madrid)
y Elche de la Sierra, nos ofrece un afortunado viaje a una tierra desconectada del mundanal ruido donde los únicos improperios que podemos escuchar son los gritos de un simpático cabrero que llama "hija de puta" a su cabra descarriada. Sin olvidarme del madrugador concierto del gallo, que sirve de modulador del insomnio.
Estoy agradecido por el encuentro que tuve con una cabina de teléfono, que al final no utilicé porque, aunque tardíamente, descubrí que tenía WiFi en la casa rural.
Gracias a la vida, que me ha dado tanto 💎





